Universidad de Guadalajara
Estatus de la Discapacidad y su Modelo Social
Dr. Christian Israel Huerta Solano
israel-huerta@hotmail.com Publicado el: 19/11/2018
En los últimos cuarenta años, el creciente interés por las personas con algún tipo de discapacidad ha estado marcado por dos sucesos. Por un lado, la publicación de Informe Warnock, en 1978, del que surge el afamado término Necesidades Educativas Especiales (NEE), que posteriormente califica de ”especial" a la educación, servicios y atención brindada a las personas con discapacidad, deficiencias y minusvalías, valiéndose de los términos usados por la OMS hasta ese momento. Además, de la publicación del Fundamentals Principles of Disability, lo que, en palabras de Oliver, 1996, redefinió la discapacidad en Gran Bretaña y posteriormente en todo el mundo, haciendo una clara diferenciación entre disability e impairment. Por lo que a partir de ese momento, la discapacidad se entendió como las Barreras que pone la sociedad, las que impiden que los individuos, con o sin alguna diferencia notable del resto de la convencionalidad, participen de forma inclusiva, en los mismos espacios y bajo condiciones de equidad con todas las personas.
Sin el afán de actuar bajo un sesgo, intencionalmente se omite la Declaración de Salamanca, La Declaración Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad y el índice de Inclusión, que si bien, han marcado y redefinido el actuar de los gobiernos y las instituciones respecto a las personas con discapacidad, se advierte que los documentos referidos están influenciados por los sucesos previamente descritos, sobre todo a nivel lingüístico, aludiendo a la jerga alrededor de la discapacidad, que, en términos de Wittgestein, está impregnada por los juegos del lenguaje, atendiendo al momento político, social, económico e incluso filosófico en el que se usa y disemina el vocablo discapacidad.
Precisamente, la discapacidad ha sido un tema recurrente en el quehacer filosófico. En la actualidad, la propuesta social construccionista ha tenido una gran aceptación, ya que concuerda con la definición del Fundamentals Principles of Disability, sustentando el modelo social de la discapacidad y su praxis, especificando que la discapacidad, bajo casi cualquier acepción, se explica exclusivamente desde la construcción social hecha en torno a ésta.
Recientemente, autores como Barnes, Hahn y Oliver identifican el modelo social construccionista como el Modelo Social de la Discapacidad, oponiéndose expresamente al tratamiento de ”las discapacidades" a partir de medidas psicológicas y médicas, en las que se busca categorizar a las personas en taxonomías que tienen como resultado el etiquetaje y la asunción de bajas expectativas en los individuos. Contrariamente, en el modelo social se procura que la persona se de cuenta de que la discapacidad no es su problema, sino una limitante social, entendiendo que la persona que está fuera de la normalidad vive más una experiencia construida socialmente, que una enfermedad.
Al respecto, Anastasiou y Kauffman refieren que al identificar el término discapacidad como un constructo social, se le puede estudiar como un instrumento que ha servido para procurar la opresión de las personas que difieren de la norma impuesta por la sociedad. Por lo que, al discapacitar a los individuos, o denominarlos como tal, casi de forma inherente se les deshabilita y coloca en un grupo minoritario, en el que sus derechos y obligaciones son construidos en torno a la convencionalidad económica, social y política.
Así, en la propuesta social construccionista se exalta el estudio de la discapacidad a partir de cinco situaciones: (1) la comprensión de la discapacidad como la restricción de oportunidades, además de la imposición de barreras sociales, las que puede estar asociadas a un impairment, entendido como las limitaciones físicas, mentales o sensoriales, que en todo momento deben ser atendidas de forma particular; (2) el impairment debe ser considerado como producto de una construcción social y cultural de origen postmoderno; (3) la discapacidad no es producto de una patología asociada al cuerpo, sino de las estructuras económicas y sociales; (4) las personas con discapacidad son grupos minoritarios oprimidos por los medios capitalistas de producción; y (5) la discapacidad no es una tragedia, por lo que nada está mal en la persona, ni es necesario rehabilitarle o medicarle, ya que en todo caso, las personas discapacitadas deben ser preparadas para afrontar a la sociedad opresora.
Las situaciones descritas surgen como alternativa ante las repercusiones sociales y médicas que tuvieron los modelos rehabilitador y asistencialista que formaban parte de La Educación Especial y las Necesidades Educativas Especiales (NEE), en las que frecuentemente se etiquetaba a la persona como la portadora de la discapacidad, integrándole en centros especiales, previo diagnóstico de un especialista, dada su situación de enfermedad.
De acuerdo con Barnes, 2003, una de las principales consecuencias que ha traído consigo la reconceptualización de la discapacidad, es la forma en que son llevados a cabo los estudios que involucran la atención educativa, médica y psicológica de las personas discapacitadas. Partiendo de la visión social, los investigadores de la discapacidad o el impairment han denotado su insensibilidad ante las personas, objetivándoles y asumiéndoles como meros espectadores, o entes pasivos que no conocen su propia situación. La principal crítica del modelo social hacia los estudios en los que participan personas con impairment o discapacidades, radica en el poco o nulo beneficio que obtienen éstos de los estudios, considerando que el investigador es quien logra hacerse de una carrera académica a costa de los resultados obtenidos en sus experimentos, justamente con aquellos individuos a quienes no les retribuyen.
En otras palabras, la tendencia empirista de la mayoría de los estudios en torno a la discapacidad, de acuerdo con el modelo social, poco se relaciona con la eliminación de las barreras sociales y con el activismo político que es indispensable para cambiar el constructo en torno a quienes son considerados como discapacitados por la sociedad.
Sin embargo, la experimentación con personas con discapacidad no es único tópico que se ha visto modificado por la propuesta social construccionista de la discapacidad, ya que como se mencionó, las circunstancias políticas y sociales enmarcan el uso del lenguaje en torno a la discapacidad, ajustando ésta a la realidad que se trata de construir alrededor de y en la persona con alguna diferencia.
En palabras de Parsons, 1951, la noción de enfermedad orienta la vida de la persona que la padece, al igual de la de aquellos que le atienden. Aunque en la actualidad, el rol de enfermo es temporal, la decisión de adherirse a la etiqueta de discapacidad o impedimento es una decisión personal, sobre todo porque se asume una relación de dependencia, en la que el individuo con alguna afectación solo puede ser reconocido como parte de la sociedad a partir de su aceptación como miembro de un grupo minoritario, distinto del resto de la convencionalidad. Por lo que la medicalización y rehabilitación son la formas de poder acceder a las garantías particulares, que a su vez son respaldadas por las políticas nacionales e internacionales ante la condición ”especial" de las personas con discapacidad.
Contrario a esto, el modelo social de la discapacidad tiene sus detractores, entre los que se encuentran aquellos que en su momento fungieron como promotores de dicho paradigma, a saber, Oliver, Tom Shakespeare, quienes a pesar de padecer ciertas condiciones médicas, califican de sociología radical la concepción social construccionista de la discapacidad, tomando en cuenta que el lenguaje usado en el discurso de la inclusión la sido influido por las nociones de Foucault, acerca del poder y el objetivo del conocimiento, lo que en ningún momento resulta erróneo, sino que la interpretación a la propuesta del filósofo también ha llevado a la deconstrucción de concepción médica biológica de la discapacidad, la que en ningún momento puede separarse de la condición ”real" de las personas y las potencialidades que dicha situación le permitirían desarrollar, no sólo de manera social, sino también respecto a su competencia física y desarrollo psicológico.
Al respecto, Searle, 1995, refiere que en la propuesta social construccionista de la discapacidad no se distingue entre los hechos institucionales, por tanto históricos, y aquellos que se refieren a los hechos ”brutos". Es decir, solo se observa el fenómeno social, pero se deja de lado la realidad biológica que vive la persona con discapacidad. Así, se hace necesario superar la paradoja de la que también es víctima este paradigma social, en el que sólo se estudia la construcción de los términos en torno a la discapacidad, pero se sesga a quiénes y la razón de los intereses sociales y políticos que sustentan y promueven dichos constructos, lo que ha devenido en propuestas asistencialistas, que encubren la discriminación positiva y generan elementos para continuar con un modelo integrativo, que está distante de coherentemente avalar la inclusión de las personas en su generalidad.
Entre las posibles soluciones al fenómeno de la discapacidad, sobre todo ante el peligro del radicalismo de diversas posturas empíricas y filosóficas, recientemente, Huerta-Solano propone el análisis de la discapacidad a partir de la identificación de los paradigmas que sustentan dicho constructo, considerando que la variabilidad epistemológica puede llevar al estudio de falsos dilemas y la objetivación y medición de ciertos constructos a partir de elementos que carecen de la coherencia epistémica, la que debe estar presente en el avance de cualquier ciencia y disciplina.
Precisamente, se observa que la principal dificultad del estudio de la discapacidad ha estado en la falta de delimitación del lenguaje utilizado, retomando la propuesta de juegos del lenguaje de Wittgenstein, la que debe ser debatida de querer contribuir al cambio en la atención e inclusión de las personas con alguna discapacidad o impairment.
Es necesario dejar claro que inicialmente el concepto, no constructo, de discapacidad surgió en el ámbito médico, usado para diagnosticar a las personas a partir de un patrón único de enfermedades, patologías y trastornos, dejando claro el uso deliberado del concepto, sobre todo ante la necesidad de atención sanitaria interinstitucional, lo que permitió la incursión de modelos comunes, en los que con un mismo lenguaje se pudiera atender la afección propia del individuo, siempre con el afán mejorar su salud biológica.
Consecuentemente, algunos autores identifican que las críticas del modelo social de la discapacidad a los modelos médicos y psicológicos requieren de la autoreflexión de sus promotores, ya que debido a la falta de conocimiento del contexto (político, social, cultura y paradigmático) se ha debatido sobre un pseudo problema; considerando que en los modelos médicos y psicológicos de la discapacidad sólo se pretende que los términos sean usados para un diagnóstico, lo que sesga su uso fuera de dichos campos de estudio, lo que ha desvirtuado la terminología en torno al fenómeno de la discapacidad, así como la concepción de la persona y la sociedad en torno a dicha condición, la que va más allá de la generación de eufemismos para solucionar una situación que es índole epistemológica.
Estatus de la Discapacidad y su Modelo Social
Dr. Christian Israel Huerta Solano
israel-huerta@hotmail.com Publicado el: 19/11/2018
En los últimos cuarenta años, el creciente interés por las personas con algún tipo de discapacidad ha estado marcado por dos sucesos. Por un lado, la publicación de Informe Warnock, en 1978, del que surge el afamado término Necesidades Educativas Especiales (NEE), que posteriormente califica de ”especial" a la educación, servicios y atención brindada a las personas con discapacidad, deficiencias y minusvalías, valiéndose de los términos usados por la OMS hasta ese momento. Además, de la publicación del Fundamentals Principles of Disability, lo que, en palabras de Oliver, 1996, redefinió la discapacidad en Gran Bretaña y posteriormente en todo el mundo, haciendo una clara diferenciación entre disability e impairment. Por lo que a partir de ese momento, la discapacidad se entendió como las Barreras que pone la sociedad, las que impiden que los individuos, con o sin alguna diferencia notable del resto de la convencionalidad, participen de forma inclusiva, en los mismos espacios y bajo condiciones de equidad con todas las personas.
Sin el afán de actuar bajo un sesgo, intencionalmente se omite la Declaración de Salamanca, La Declaración Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad y el índice de Inclusión, que si bien, han marcado y redefinido el actuar de los gobiernos y las instituciones respecto a las personas con discapacidad, se advierte que los documentos referidos están influenciados por los sucesos previamente descritos, sobre todo a nivel lingüístico, aludiendo a la jerga alrededor de la discapacidad, que, en términos de Wittgestein, está impregnada por los juegos del lenguaje, atendiendo al momento político, social, económico e incluso filosófico en el que se usa y disemina el vocablo discapacidad.
Precisamente, la discapacidad ha sido un tema recurrente en el quehacer filosófico. En la actualidad, la propuesta social construccionista ha tenido una gran aceptación, ya que concuerda con la definición del Fundamentals Principles of Disability, sustentando el modelo social de la discapacidad y su praxis, especificando que la discapacidad, bajo casi cualquier acepción, se explica exclusivamente desde la construcción social hecha en torno a ésta.
Recientemente, autores como Barnes, Hahn y Oliver identifican el modelo social construccionista como el Modelo Social de la Discapacidad, oponiéndose expresamente al tratamiento de ”las discapacidades" a partir de medidas psicológicas y médicas, en las que se busca categorizar a las personas en taxonomías que tienen como resultado el etiquetaje y la asunción de bajas expectativas en los individuos. Contrariamente, en el modelo social se procura que la persona se de cuenta de que la discapacidad no es su problema, sino una limitante social, entendiendo que la persona que está fuera de la normalidad vive más una experiencia construida socialmente, que una enfermedad.
Al respecto, Anastasiou y Kauffman refieren que al identificar el término discapacidad como un constructo social, se le puede estudiar como un instrumento que ha servido para procurar la opresión de las personas que difieren de la norma impuesta por la sociedad. Por lo que, al discapacitar a los individuos, o denominarlos como tal, casi de forma inherente se les deshabilita y coloca en un grupo minoritario, en el que sus derechos y obligaciones son construidos en torno a la convencionalidad económica, social y política.
Así, en la propuesta social construccionista se exalta el estudio de la discapacidad a partir de cinco situaciones: (1) la comprensión de la discapacidad como la restricción de oportunidades, además de la imposición de barreras sociales, las que puede estar asociadas a un impairment, entendido como las limitaciones físicas, mentales o sensoriales, que en todo momento deben ser atendidas de forma particular; (2) el impairment debe ser considerado como producto de una construcción social y cultural de origen postmoderno; (3) la discapacidad no es producto de una patología asociada al cuerpo, sino de las estructuras económicas y sociales; (4) las personas con discapacidad son grupos minoritarios oprimidos por los medios capitalistas de producción; y (5) la discapacidad no es una tragedia, por lo que nada está mal en la persona, ni es necesario rehabilitarle o medicarle, ya que en todo caso, las personas discapacitadas deben ser preparadas para afrontar a la sociedad opresora.
Las situaciones descritas surgen como alternativa ante las repercusiones sociales y médicas que tuvieron los modelos rehabilitador y asistencialista que formaban parte de La Educación Especial y las Necesidades Educativas Especiales (NEE), en las que frecuentemente se etiquetaba a la persona como la portadora de la discapacidad, integrándole en centros especiales, previo diagnóstico de un especialista, dada su situación de enfermedad.
De acuerdo con Barnes, 2003, una de las principales consecuencias que ha traído consigo la reconceptualización de la discapacidad, es la forma en que son llevados a cabo los estudios que involucran la atención educativa, médica y psicológica de las personas discapacitadas. Partiendo de la visión social, los investigadores de la discapacidad o el impairment han denotado su insensibilidad ante las personas, objetivándoles y asumiéndoles como meros espectadores, o entes pasivos que no conocen su propia situación. La principal crítica del modelo social hacia los estudios en los que participan personas con impairment o discapacidades, radica en el poco o nulo beneficio que obtienen éstos de los estudios, considerando que el investigador es quien logra hacerse de una carrera académica a costa de los resultados obtenidos en sus experimentos, justamente con aquellos individuos a quienes no les retribuyen.
En otras palabras, la tendencia empirista de la mayoría de los estudios en torno a la discapacidad, de acuerdo con el modelo social, poco se relaciona con la eliminación de las barreras sociales y con el activismo político que es indispensable para cambiar el constructo en torno a quienes son considerados como discapacitados por la sociedad.
Sin embargo, la experimentación con personas con discapacidad no es único tópico que se ha visto modificado por la propuesta social construccionista de la discapacidad, ya que como se mencionó, las circunstancias políticas y sociales enmarcan el uso del lenguaje en torno a la discapacidad, ajustando ésta a la realidad que se trata de construir alrededor de y en la persona con alguna diferencia.
En palabras de Parsons, 1951, la noción de enfermedad orienta la vida de la persona que la padece, al igual de la de aquellos que le atienden. Aunque en la actualidad, el rol de enfermo es temporal, la decisión de adherirse a la etiqueta de discapacidad o impedimento es una decisión personal, sobre todo porque se asume una relación de dependencia, en la que el individuo con alguna afectación solo puede ser reconocido como parte de la sociedad a partir de su aceptación como miembro de un grupo minoritario, distinto del resto de la convencionalidad. Por lo que la medicalización y rehabilitación son la formas de poder acceder a las garantías particulares, que a su vez son respaldadas por las políticas nacionales e internacionales ante la condición ”especial" de las personas con discapacidad.
Contrario a esto, el modelo social de la discapacidad tiene sus detractores, entre los que se encuentran aquellos que en su momento fungieron como promotores de dicho paradigma, a saber, Oliver, Tom Shakespeare, quienes a pesar de padecer ciertas condiciones médicas, califican de sociología radical la concepción social construccionista de la discapacidad, tomando en cuenta que el lenguaje usado en el discurso de la inclusión la sido influido por las nociones de Foucault, acerca del poder y el objetivo del conocimiento, lo que en ningún momento resulta erróneo, sino que la interpretación a la propuesta del filósofo también ha llevado a la deconstrucción de concepción médica biológica de la discapacidad, la que en ningún momento puede separarse de la condición ”real" de las personas y las potencialidades que dicha situación le permitirían desarrollar, no sólo de manera social, sino también respecto a su competencia física y desarrollo psicológico.
Al respecto, Searle, 1995, refiere que en la propuesta social construccionista de la discapacidad no se distingue entre los hechos institucionales, por tanto históricos, y aquellos que se refieren a los hechos ”brutos". Es decir, solo se observa el fenómeno social, pero se deja de lado la realidad biológica que vive la persona con discapacidad. Así, se hace necesario superar la paradoja de la que también es víctima este paradigma social, en el que sólo se estudia la construcción de los términos en torno a la discapacidad, pero se sesga a quiénes y la razón de los intereses sociales y políticos que sustentan y promueven dichos constructos, lo que ha devenido en propuestas asistencialistas, que encubren la discriminación positiva y generan elementos para continuar con un modelo integrativo, que está distante de coherentemente avalar la inclusión de las personas en su generalidad.
Entre las posibles soluciones al fenómeno de la discapacidad, sobre todo ante el peligro del radicalismo de diversas posturas empíricas y filosóficas, recientemente, Huerta-Solano propone el análisis de la discapacidad a partir de la identificación de los paradigmas que sustentan dicho constructo, considerando que la variabilidad epistemológica puede llevar al estudio de falsos dilemas y la objetivación y medición de ciertos constructos a partir de elementos que carecen de la coherencia epistémica, la que debe estar presente en el avance de cualquier ciencia y disciplina.
Precisamente, se observa que la principal dificultad del estudio de la discapacidad ha estado en la falta de delimitación del lenguaje utilizado, retomando la propuesta de juegos del lenguaje de Wittgenstein, la que debe ser debatida de querer contribuir al cambio en la atención e inclusión de las personas con alguna discapacidad o impairment.
Es necesario dejar claro que inicialmente el concepto, no constructo, de discapacidad surgió en el ámbito médico, usado para diagnosticar a las personas a partir de un patrón único de enfermedades, patologías y trastornos, dejando claro el uso deliberado del concepto, sobre todo ante la necesidad de atención sanitaria interinstitucional, lo que permitió la incursión de modelos comunes, en los que con un mismo lenguaje se pudiera atender la afección propia del individuo, siempre con el afán mejorar su salud biológica.
Consecuentemente, algunos autores identifican que las críticas del modelo social de la discapacidad a los modelos médicos y psicológicos requieren de la autoreflexión de sus promotores, ya que debido a la falta de conocimiento del contexto (político, social, cultura y paradigmático) se ha debatido sobre un pseudo problema; considerando que en los modelos médicos y psicológicos de la discapacidad sólo se pretende que los términos sean usados para un diagnóstico, lo que sesga su uso fuera de dichos campos de estudio, lo que ha desvirtuado la terminología en torno al fenómeno de la discapacidad, así como la concepción de la persona y la sociedad en torno a dicha condición, la que va más allá de la generación de eufemismos para solucionar una situación que es índole epistemológica.
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